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Kabukicho, barrio rojo de Tokio

La variadísima industria del sexo en Japón

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En una entrada anterior en la que hablamos en líneas generales de Japón y el sexo ya decíamos que esta industria mueve una cantidad ingente de dinero (2,37 billones de yenes cada año o 20 000 millones de euros).

En la década de 1990 esta industrial movía únicamente 1,7 billones de yenes, es decir, que a pesar de burbujas, inflación, crisis, etc., el sexo en Japón sigue vendiendo, y de qué manera. Aunque, por supuesto, ha habido negocios que han tenido que cerrar, hay grandes ofertas y se están buscando maneras de ofrecer nuevos servicios que aporten un valor añadido para seguir atrayendo clientes en estos difíciles momentos.

Además estas cifras no incluyen todos los ingresos relacionados con el sexo «en solitario», es decir, con la venta de revistas para adultos, la venta y alquiler de vídeos y DVD porno, o la pornografía por Internet. De hecho, las cifras tampoco recogen los ingresos de los 25 000 love hotels repartidos por todo Japón.

Un 40 por ciento de los japoneses reconoce haber pagado para obtener sexo al menos una vez en su vida.

En Japón, como vemos, la industrial del sexo o  fūzoku (que literalmente significa «moral pública») es un gran negocio. De hecho, un estudio japonés de principios de la década de 2000 decía que más de un 10 por ciento de los hombres japoneses utilizaban servicios de índole sexual, cifra que crecía hasta el 20 por ciento en los jóvenes, pero según estudios más recientes de Procon.org, hasta un 37 % de japoneses habrían pagado al menos una vez por obtener servicios de carácter sexual.

Una de las entradas a Kabukicho, el barrio rojo más famoso de Tokio
Una de las entradas a Kabukicho, el barrio rojo más famoso de Tokio

Curiosamente, según un estudio de Durex de hace unos años (no accesible ya online), sólo un 34 % de los japoneses hacía el amor semanalmente y los niveles de satisfacción eran de únicamente un 15 %. Estas cifras contrastaban con las españolas, en las que un 72 % de personas reconocía hacer el amor cada semana y el índice de satisfacción se situaba en un 49 %.

¿Pero no hemos dicho que la industria del sexo en Japón está muy extendida? La explicación está en que, según la Ley Anti-Prostitución japonesa de la que ya hablamos, si las actividades sexuales con dinero de por medio no incluyen penetración, no son ilegales, así que no es de extrañar que los japoneses se hayan acostumbrado a una industria sexual de gran imaginación para mantenerse dentro de la legalidad. E incluso la policía suele dejar tranquilos a los negocios sexuales claramente ilegales pero que no causan problemas.

Takuro Morinaga, de UFJ Research, comentaba que a principios de la década de 2000 «la vida media de los servicios [sexuales] más populares solía ser de 22 años, en los tiempos de gran crecimiento económico, pero ahora es de menos de 3 años». Esto hizo que los empresarios buscaran nuevas ideas e innovaciones para obtener el máximo rendimiento con la mínima inversión, como ocurre por ejemplo con servicios como el deriheru -contracción del eufemismo delivery health– que, además, utilizan una agresiva campaña de publicidad, llenando los buzones de todo Japón de panfletos que promocionan todo tipo de servicios sexuales y que están al alcance de cualquiera. Si habéis vivido en Japón, sabéis a qué me refiero, porque bajar a mirar si tienes correo y encontrarte el buzón lleno de publicidad sexual no tiene precio.

Otro aspecto curioso salta a la luz cuando pensamos en la actitud aparentemente abierta de los japoneses con respecto al sexo, puesto que la industria sexual en Japón está pensada casi exclusivamente por y para hombres, habiendo una tremenda desigualdad. De hecho, el papel principal de la mujer en la industria sexual japonesa es el de empleada. Y generalmente con unas condiciones deplorables, pues bien sabido es que la mafia japonesa, la archiconocida yakuza, está detrás de todos estos negocios. De esta forma esta industria se aprovecha de mujeres que no tienen ni un yen para sobrevivir y que suelen ser extranjeras que han entrado de forma ilegal en el país (generalmente tailandesas o filipinas).

También existen japonesas que se dedican a este negocio, por supuesto, pero éstas no suelen involucrarse en el comercio del sexo a tiempo completo, ya que no necesitan el dinero para cubrir sus necesidades básicas, sino más bien para poder gastárselo en ropa y complementos de firmas de alta costura.

¿Sexo en pareja?

En definitiva, los japoneses están más que dispuestos a pagar por obtener sexo, del tipo que sea, pero siempre sin preocupaciones, sin ataduras externas ni lazos afectivos, porque en lo que respecta a las relaciones de pareja, en 2013 hubo 231 000 divorcios (uno de cada tres matrimonios se divorcia, más o menos) según datos del propio gobierno japonés y la natalidad sigue en declive, con una tasa de natalidad de 1,4 mantenida en los últimos años sin cambios, según datos del Banco Mundial.

Si comparamos con los datos de España proporcionados por el INE, la tasa de natalidad en 2013 fue de 1,27, incluso más baja que la cifra japonesa. La cifra de divorcios en España en 2013 fue de 95 427, con un total de matrimonios de 153 000 (es decir, nos divorciamos mucho más en España que en Japón).

La realidad es que, cada vez más, los japoneses separan el sexo marital (al que pocas veces se le considera como fuente de placer, sino simplemente como fuente de hijos y por lo que vemos, de pocos hijos) del sexo por el mero placer del sexo y es por eso que la industria sexual en Japón es de las más variadas y creativas del mundo.

Servicios para todos los gustos

Algunos de los servicios sexuales que encontramos en Japón son únicos de este país y es que la creatividad a la hora de encontrar maneras de satisfacer las bajas pasiones no tiene límites. Eso sí, casi todos ellos son únicamente para japoneses, en muchos casos por desconfianza del extranjero pero también por la barrera idiomática. Ha habido gente que, yendo con japoneses, ha podido ‘disfrutar’ de este tipo de servicios aun siendo extranjero.

Algunos de estos servicios son ya antiguos y han perdido algo de vigor, sobre todo a medida que las leyes se van endureciendo para frenar este tipo de negocios, principalmente los negocios JK. JK hace referencia a joshi kōsei, o estudiante de instituto, y es que muchos de los negocios de los que os hablo aquí tienen como protagonistas a estas chicas, ya que los avispados dueños de los negocios y la mafia que hay detrás siguen buscando maneras de aprovecharse del fetiche que muchos hombres japoneses tienen con estas jovencitas.

JK O-sanpo o paseos

Como comenta en un artículo The Japan Times, en 2014 el Departamento de Estado de Estados Unidos en su informe anual de derechos humanos citaban esta práctica del JK o-sanpo como un ejemplo de tráfico de personas. El negocio consiste en que un hombre ya adulto dé un paseo con una jovencita estudiante de instituto.

El paseo, claro, no es inocente y suele acabar en una sala privada de un karaoke o en un cubículo de un manga café, donde puede haber relaciones sexuales de varios tipos.

JK sagyōsho o «talleres»

Este novedoso tipo de negocio saltó a los medios de comunicación en mayo de 2015, cuando la policía cerró un negocio en Ikebukuro (Tokio) y arrestó a sus responsables, en el que muchachas menores de 18 años se dedicaban a hacer grullas de origami. El truco, que iban vestidas con sus uniformes escolares de falda corta y las grullas las hacían sentadas con las piernas abiertas.

Al otro lado de la habitación donde se encontraban estas chicas había hombres que pagaban 5000 yenes por poder mirar las bragas de estas muchachas durante 40 minutos, a través de espejos unidireccionales. Curiosamente, uno de los responsables arrestados dijo que esperaba un arresto si las chicas hubieran enseñado las bragas sin más, pero que pensaba que no iban a tener problemas porque «estaban haciendo un trabajo manual legítimo».

Según cuenta The Japan Times, este negocio podía llegar a tener hasta 30 chicas de entre 16 y 18 años al mismo tiempo haciendo estas grullas de origami o haciendo bisutería. Y al parecer, aunque teóricamente no había contacto entre las chicas y los clientes, estos podían pagar un dinero extra para que el espejo se abriera y así poder tocar las piernas de las chicas. Todo muy asqueroso, como podéis ver.

Burusera o venta de bragas usadas

Muchas chicas jóvenes (generalmente colegialas) que no se atreven a citarse con un cliente, por miedo a una posible violación o, simplemente porque no quieren llegar más allá, sí se atreven a vender su ropa interior. Los precios de venta varían en función de si la ropa interior es nueva y está limpia a si está usada y sucia, aunque en ninguno de los casos el dinero obtenido es excesivo.

Esta práctica era más popular hacer unos años que ahora y os hablamos del burusera en profundidad de ella en otro artículo en Japonismo. De todas formas, incluso en su momento de mayor popularidad, no hablamos de algo que fuera muy común y que hicieran todas las colegiales. Lo que ocurre es que los medios de comunicación lo amplificaron porque era una práctica muy curiosa y que generaba grandes titulares.

Casas de baños o soapland

El negocio de las casas de baños, o soapland en japonés, es uno de los más conocidos de todos los negocios sexuales de Japón y también el más antiguo, ya que data de 1657. Son técnicamente legales porque en teoría no son más que casas de baños y cualquier cosa que pase dentro es algo acordado entre adultos pero vaya, todo el mundo sabe lo que ocurre en estos lugares pero la policía no suele hacer nada.

Este tipo de negocios fueron llamados originalmente «baños turcos» o torukoburo, pero el embajador turco en Japón protestó ante la asociación de ideas que esto podía generar y desde entonces pasó a llamarse soapland.

Según un estudio de principios de la primera década de 2000 de Takashi Kadokura, del Dai-ichi Life Research Institute, Inc., a principios de los años 80 había unas 1700 casas de baños, de las cuales en 2001 quedaban unas 1200 únicamente. Sigue siendo un número considerable, por supuesto, pero su declive es evidente. Son muy caros, ya que los precios para sesiones de entre una y dos horas pueden variar entre 25 000 y 100 000 yenes (entre 180 y 740 euros).

Salones rosas o pink salons

Lo que los japoneses llaman pink salons o pinsaro son locales especializados en sexo oral y son los negocios que están barriendo a las casas de baños, ya que los costes son realmente ridículos. Por ejemplo, un bono de tres sesiones de sexo oral no cuesta más de 6000 yenes (44 euros), una cifra al alcance de cualquiera.

Estos «salones» son similares a cualquier bar normal, aunque la iluminación es más tenue si cabe y están llenos de cubículos. Los clientes entran en estos cubículos, que cuentan con una mesa y antes de que se den cuenta, le han servido algo de beber y al poco rato ya hay una empleada que le practica sexo oral. Al cabo de un tiempo, normalmente unos 10 minutos, se acerca otra empleada diferente para hacer exactamente lo mismo, y así sucesivamente hasta agotar el bono de sesiones que el cliente haya comprado. Todas las actividades realizadas evitan la penetración, de forma que no se incumple la Ley Anti-Prostitución que únicamente prohíbe que haya intercambio de dinero en relaciones sexuales con penetración.

Terekura o clubes de teléfono

Esta palabra japonesa es una contracción de los términos terefon kurabu o clubes de teléfono. Estos clubes fomentan el primer contacto de muchas chicas jóvenes japonesas con este mundillo y se estima que en el año 1998 había registrados casi 2000 clubes de este tipo en Japón.

Estos clubes surgieron en 1985 y se popularizaron a mediados de la década de 1990 y entonces los hombres pagaban una pequeña cantidad de dinero a la hora por sentarse en un cubículo y esperar las llamadas de chicas jóvenes que decidían si querían tener una cita con él o no (las llamadas de las chicas eran a números gratuitos, claro).

En una encuesta realizada entonces por la Agencia Nacional de Policía, la cuarta parte de las colegialas encuestadas, de entre 12 y 15 años, reconocían que habían llamado a estos clubes al menos una vez. La versión actual de estos clubes ha cambiado un poco de forma que los hombres, con la tarifa que pagan, obtienen un listado de números de teléfono de las chicas que, voluntariamente, se han asociado con dichos clubes. Es entonces el hombre el que intenta conseguir la cita con la chica.

Sea cual sea el caso, este tipo de prácticas es uno de los mayores caldos de cultivo para el enjo kōsai, una forma de prostitución juvenil.

Portada del Shukan Jitsuwa sobre terekura
Portada del Shukan Jitsuwa sobre terekura

El tabloide japonés Shukan Jitsuwa comentaba con motivo del 25 cumpleaños del terekura que esta práctica había cambiado la forma de relacionarse tanto para hombres como para mujeres. Ya comentamos que estos clubes no son más que lugares con habitaciones o cubículos que cuentan con un teléfono, y los hombres pagan dinero por acceder a estas habitaciones y recibir llamadas de mujeres interesadas en verse con ellos, siempre y cuando las condiciones que se acuerden sean beneficiosas para la mujer. Lo único es que las chicas que llaman a estos clubes suelen ser colegialas…

Las chicas, para saber a qué teléfonos llamar, no tienen más que fijarse en las pegatinas que suele haber en las cabinas telefónicas, o incluso en los anuncios que incluyen los paquetes de pañuelos que se reparten de forma gratuita por todo Japón, que aunque generalmente tienen publicidad comercial de temas no relacionados con el sexo, a veces contienen teléfonos de este tipo de clubes.

De hecho, en el popular dorama GTO o Great Teacher Onizuka, en el episodio 7 el protagonista se deja convencer por su amigo policía de ir a uno de estos clubes, y el amigo le intenta quitar de la cabeza que sea algo malo. «No es prostitución», le dice, «es más como un servicio de citas». Luego, la chica que llama es una de sus alumnas y ahí comienzan los quebraderos de cabeza para el protagonista.

Otra muestra de estos clubes en la gran pantalla la podéis encontrar en la película Eat the Schoolgirl (Kogyaru-gui: Osaka terekura hen, en su título original), que no recomiendo para estómagos sensibles y en la que los dos protagonistas son adictos al sexo y uno de ellos, en concreto, al sexo telefónico, con lo que es cliente habitual de estos terekura. Si queréis otra serie o dorama japonés donde se muestren estos clubes, podéis apuntaros IWGP o Ikebukuro West Gate Park, donde se habla de la mafia, de los problemas sociales y de la cultura sexual japonesa, como las citas compensadas o los terekura.

El protagonista de Great Teacher Onizuka usando un club de teléfonos
El protagonista de Great Teacher Onizuka usando un club de teléfonos

En este tabloide, tal y como contaba Tokyo Reporter, entrevistaron a algunas mujeres en la cuarentena que se iniciaron en este mundo sobre los 17 años, y que cuentan como, en su experiencia personal, la «regla principal es dejar que los hombres flirteen», mientras que otra comentaba que su primera experiencia fue con un hombre de unos 40 años y que le convenció con su labia de perder la virginidad, ya que le contó «que sabía hacerlo sin dolor».

El escritor Yukio Murakami, que está especializado en todo lo que rodea a la industria sexual, cuenta que en los primeros años de existencia de estos clubes el dinero no era lo importante, sino que simplemente se entregaba como agradecimiento por haber escuchado, y entonces había incluso mujeres adultas que se desahogaban contando sus penas matrimoniales y sí, a veces había sexo, pero sin dinero de por medio, hasta que las colegialas empezaron a copar los terekura y a pedir dinero por las citas.

Algunas de las historias que se pueden leer en este artículo sobre el terekura son espeluzantes, como la de Hanayo, que gracias a sus habilidades al teléfono (era la encargada del teléfono en su empresa), cuando la burbuja explotó encontró una forma sencilla de hacer dinero en estos clubes, ya que en aquellos momentos también hubo un gran aumento del número de hombres que buscaban sexo barato. Más tarde, con 30 años, tuvo un matrimonio concertado y tuvo dos hijos, y cuenta que cuando los hijos ya habían crecido, volvió al negocio a buscar clientes, aunque dejando ya de lado los terekura, y sin bajar de los 20 000 yenes, aunque cuenta que a veces puede llegar a obtener 100 000 yenes por una cita.

Los terekura son uno de los negocios utilizados por las chicas más usados para conseguir dinero fácil, pero lógicamente, como hay que citarse con un cliente, y a menudo la cita conlleva una relación sexual, hay quienes no se atreven a dar ese paso y entonces se deciden simplemente por vender su ropa interior, aunque del negocio del burusera ya os daré más detalles en otro momento.

El artículo cuenta la historia de muchas mujeres casadas y con hijos que, en los primeros días del terekura, aprovechaban para sacarse un dinero extra o incluso para satisfacer los deseos de experimentación, como una chica que cuenta que llamaba a los terekura para tener sexo todos los días con alguien diferente, y que en algún caso incluso se citó con tres hombres a la vez. Muchas de ellas, pocos años después, seguían prefiriendo este mundillo al de un trabajo a tiempo parcial ya que consideraban que de esta forma conseguían más dinero.

Clubes de citas o date clubs

Estos clubes, según dicen, sólo ayudan a los clientes a conseguir una cita, no a obtener sexo. Muchas estudiantes japonesas se «asocian» con este tipo de clubes para encontrar clientes que les paguen dinero por pasar un rato con ellos (si hay sexo pagan más, claro) y así obtener dinero para pagarse caprichos, como los omnipresentes bolsos de Louis Vuitton.

Estos clubes pagan a las chicas entre 1000 y 1500 yenes por sentarse en habitaciones que cuentan con espejos unidireccionales, de forma que ellas no ven a los hombres que están fuera de la habitación pero ellos sí las ven a ellas. Si una chica es escogida, el club le pagará un extra.

Deriheru o prostitución encubierta

Esta palabra viene del inglés delivery health, o, en una traducción libre pero ajustada a la realidad, «reparto a domicilio de bienestar». Y lo que este servicio entrega en la casa o en el hotel en el que está alojado el cliente es una chica. Lo que luego ocurra entre el cliente y la chica es algo estrictamente privado, por eso estos negocios están fuera del alcance de la ley.

Este tipo de negocio ha experimentado un gran crecimiento porque la inversión necesaria es bastante baja si lo comparamos con el resto de negocios del mismo ramo: todo lo que se necesita es un pequeño apartamento con unos cuantos teléfonos. El propietario del negocio llama a sus empleadas sólo cuando las necesita y no hay costes de alquiler de oficina. Eso sí, debido a la crisis, actrices japonesas de vídeos porno han empezado a ofrecer sus servicios a través de clubes de este tipo, llegando a solicitar 150 000 yenes por 70 minutos.

Enjo kōsai o citas compensadas

Bajo este nombre, que podríamos traducir como «cita compensada» encontramos las citas que se establecen entre hombres maduros y colegialas, a veces sólo para pasear cogidos de la mano, a veces para tener sexo, que permiten que estas jóvenes estudiantes consigan un dinero extra que les permite comprarse todo tipo de artículos de lujo que con su paga no se pueden permitir. Lógicamente, cuanto más lejos se llega en la cita, más dinero recibe la chica. Muchas veces estas citas surgen a través de los clubes de teléfonos antes mencionados.

Imekura o clubes de imagen

Estos «clubes de imagen» son lugares en los que hay todo tipo de interpretación sexual, como la utilización de uniformes escolares o de enfermeras (de forma similar a los cosplay típicos en los salones del manga) y en los que se puede dar rienda suelta a perversiones tales como acosar a una chica en el metro, ya que algunos cuentan con coches de tren falsos para que la experiencia sea lo más real posible.

El coste básico no incluye el sexo con penetración, porque de nuevo, el negocio quedaría fuera de la ley, pero como en muchos otros casos, si se está dispuesto a pagar un dinero extra, puede llegar a conseguirse. Cada club se suele centrar en un tipo de imagen concreta, como uniformes de policías, o uniformes de enfermeras, etc.

Clubes S-M

Estos clubes permiten que los clientes disfruten tanto del masoquismo como del sadismo, con una buena colección de instrumentos tales como cuerdas, esposas, látigos de cuero y todo tipo de juguetes sexuales.

Love hotels

Este tipo de hoteles de los que ya hemos hablado en profundidad suelen ser utilizados por horas, no por noches, porque están especialmente pensados para parejas de novios que no tienen donde encontrarse, o también para hombres que buscan un lugar apartado en el que tener sexo con alguna chica.

Muchos de estos hoteles son temáticos, con una decoración muy extravagante y poco discreta tanto en las habitaciones como en el exterior del propio hotel. Las habitaciones, sin embargo, están repletas de comodidades como jacuzzi, videojuegos, canales de películas porno, etc. En la actualidad cada vez más hay hoteles en las que las habitaciones siguen contando con todo tipo de comodidades, pero resultan menos extravagantes en cuanto a su diseño.

Salas de vídeo

Son pequeños cubículos privados en los que el cliente puede ver una película porno a precios asequibles que, además, suelen incluir los pañuelos de papel (y no para sonarse la nariz, precisamente). Otras variaciones incluyen ver como una chica se quita la ropa mientras el cliente se masturba e, incluso, por un extra puede venir otra empleada a masturbar al cliente.

También dentro de esta categoría se podrían encuadrar las pequeñas y sucias habitaciones que muchos clubes de strip-tease ponen a disposición de sus clientes, en las que se puede tener sexo con penetración con alguna de las bailarinas del club (casi siempre extranjeras).

Sex-shops

Como en el resto del mundo, en Japón también existen este tipo de tiendas, que son muy similares a las versiones occidentales. Según el estudio realizado por Kadokura y ya mencionado, existían en 2000 unos 1800 sex-shops en todo Japón, y la media de tiempo que un hombre pasaba en un sex-shop era del orden de unos 8 minutos.

Salones de estética o esute

Esute viene de la palabra inglesa esthetic, y es que estos salones en principio ofrecen tratamientos de belleza no quirúrgicos para hombres y mujeres pero a menudo se refieren a salones de masajes con «final feliz» en los que las empleadas suelen ser coreanas y chinas. Se les considera como cadenas de comida rápida dentro de la industria sexual por su baja calidad y también bajos precios.

Fashion health

Los fashion health, a veces llamados health únicamente, son centros de masajes en los que se realizan sensuales masajes y baños junto a los clientes pero no se llega al sexo con penetración para evitar caer en ilegalidades.

No-pan kissa o cafeterías sin bragas

Una no-pan kissa, que se traduce literalmente como «cafetería sin bragas», son cafeterías en las que las camareras visten cortísimas minifaldas sin llevar nada de ropa interior. Además, partes del suelo de la cafetería están cubiertas de espejos para que se vean bien todos los «encantos» de las camareras.

Son populares porque no hay ningún contacto sexual y así las colegialas pueden sacar un dinero extra para sus caprichos sin tener que pasar a mayores y aunque los cafés son muy caros (hasta cuatro veces más caros que en una cafetería normal), no son precios imposibles de pagar.

La influencia de Internet

Uno de los grandes afectados en la recesión de todo el país dentro de esta industria tan pujante han sido las revistas de sexo, y es que su venta ha caído en picado, a veces hasta un 15 % anual, según la revista All Japan.

¿Quién tiene la culpa de esto? Además de la falta de dinero causada por la recesión, el mayor culpable de esta caída ha sido y es Internet, que contiene muchísimos contenidos gratuitos y sobre todo, en muchos casos sin censura, ya que en Japón las leyes sobre obscenidad obligan a la utilización de un efecto llamado bokashi, que consiste en tapar los genitales haciendo que esa parte de la imagen salga borrosa. Si queréis leer más sobre el tema de la censura, tenemos un artículo extenso y muy detallado sobre la censura.

Sin embargo, según Mitsuhiro Shimamura, director de películas pornográficas, cada mes se producen en Japón 1000 películas pornográficas ilegales que no difuminan los genitales y que luego se pueden encontrar fácilmente en Internet. Hiroyuki Tsunoda, uno de los presidentes de una de las empresas de entretenimiento para adultos más importantes de Japón, Media Station Co. Ltd., admite que Internet se he llevado gran parte de sus beneficios, ya que resulta muy sencillo descargar porno sin censurar de servidores extranjeros.

Existen voces también críticas que dicen que el problema está dentro de la propia industria, que no se ha sabido adaptar a los tiempos que corren y que se ha encerrado en un tipo de temática que empieza a cansar. Esta temática «típica» que se sigue repitiendo hasta la saciedad es la de «joven guapa con hombre maduro experimentado», mientras que en Internet es posible encontrar muchos más géneros, para satisfacer todo tipo de demandas.

Viendo que las cosas no van a mejorar, lo que han hecho todas estas empresas de vídeos para adultos es poner su página web en Internet, de lo que se obtienen importantes beneficios, porque como las películas ya han sido rodadas y el dinero ya ha sido invertido, cualquier beneficio que se obtenga por Internet es un extra.

La prostitución más tradicional

Por supuesto, también hay prostitución «tradicional», con mujeres que esperan en la calle a que pasen clientes potenciales, a los que decirles issho ni asobimasen ka, o traducido, «¿Jugamos juntos?».

La mayoría de estas mujeres suelen ser tailandesas, filipinas o de otros países del sudeste asiático, que huyen de sus países en busca de mejores oportunidades pero acaban siendo explotadas por la mafia. En algunos casos también es posible encontrar a prostitutas chinas y japonesas, aunque es menos frecuente.

Las prostitutas suelen utilizar los mencionados love hotels para consumar sus servicios. Por supuesto, el cliente es quien paga la habitación, además de la tarifa acordada. Las mujeres que se dedican a esta actividad normalmente reciben un visado con la etiqueta «entretenimiento», pero es bien conocido que muchas veces esta etiqueta es un eufemismo para referirse a «trabajadora sexual». De hecho, alrededor del 80 por ciento de las mujeres asiáticas que entraron en Japón en la década de 1990 de forma legal tenían este tipo de visado. En 1998 el número de mujeres extranjeras dedicadas a la prostitución rondaba las 150 000, casi la mitad de ellas filipinas y un 40 por ciento tailandesas.

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Luis
Luis

Luis es ingeniero de telecomunicación y máster en Estudios de China y Japón: Mundo Contemporáneo. Ha trabajado en grandes empresas como Vodafone y Google (en Londres), y también en agencias de comunicación. Puedes encontrarle en el blog Profundidad de Campo.